En 1923 había un pequeño pueblo, con un poco más de 130 habitantes, entre ellos una anciana de extraña actitud y misteriosa personalidad, reservada; su cabellera era cana, y gracias a eso se ganó el apodo de Bruja. No se sabía nada de ella, decían que fue una de las primeras en habitar el pueblo.
Su casa era la más lejana, ubicada en las afueras del pueblo junto a un río, y todo el pueblo se inventaba un montón de rumores sobre ella, pero lo único que sabían es que ella tocaba el violín a las 9:00 pm; siempre se escuchaba esa melodía melancólica que ponía los vellos de punta a los habitantes.
Las madres jamás dejaban a sus hijos jugar cerca de aquella casa, ni los jóvenes iban a verla, cada vez que la mujer tocaba el violín, todos entraban a dormir. Era algo así como una costumbre, incluso sus padres decían a sus hijos que debían dormir a esa hora o la Bruja se los comería.
Una noche, antes de las 8:00 pm., se escucharon gritos desgarradores: resultaba que la casa de la Bruja estaba en llamas, creyeron que debió haber sido alguna vela que cayó al suelo. Todos veían cómo la anciana moría, y nadie, fue a ayudarla. Cuando llegó la policía, solo encontraron sus restos y los enterraron en lo que quedaba del jardín de su casa. Después de todo, a nadie le importaba y dieron el caso por cerrado.
Al dia siguiente todos estaban tranquilos pese a lo sucedido, transcurrió un día normal pero, por la noche, cuando estaban a punto de dormir: un escalofrío colectivo recorrió el pueblo. A las 9:00 de la noche se escuchó aquella melodía que tocaba la vieja mujer, pero que se suponía, estaba muerta, aquel espantoso momento hizo qué todos entraran en pánico y entraran en sus casas. Los habitantes pensaban que la Bruja había vuelto para atormentarlos a todos.
Cuando el violín no sonaba, un niño desaparecía: el primero fue el hijo del herrero, luego los hijos del director, y así sucesivamente hasta qué en 1928, ya no había niños, a excepción de uno, yo, el más joven. Pero ahora desaparecían los adultos; los que quedábamos nos reunimos y fuimos a la casa de la Bruja, iban a llevarse los restos a otro lugar, pero justo cuando nos acercamos a sitio, el violín empezó a sonar, y un espectro apareció frente a todos, con él violín entre sus manos, diciendo: "Yo no soy una bruja, ustedes me convirtieron en esto, y ahora soy lo que ustedes decían, ¿quieren a sus hijos y familiares? Pues tómenlos". Entonces abrió la boca haciendo que salieran volando restos de ropas y sangre.
Días después, le confesé a mi madre que fui yo quién mató a la Bruja, pero mi madre me dijo que lo conservase como un secreto... Y así fueron desapareciendo todos. Ahora solo quedo yo, y sé que la tortura que vivo ahora me la merezco, que ahora moriré, ya que son más de las nueve y no se ha escuchado el violín.
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